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-139- c1s1011 de declamar contra ellas por no sufrir en la eternidad la pena señalada a los perros mudos que a su debido tiempo no ladraron. Los párrocos, de la ne• cesidad de negar públicamente los Santos Sacra– mentos y aun la sepultura eclesiástica a los cómicos y cómicas que moran o que mueren en sus feligre– sías. Oiga V. S. los gritos de los nobles acaudala– dos y personas distinguidas , que le ruegan les impi– da el daño que a sus caudales y casas amenaza con los insoportables gastos preci sos para el lujo , modas y superfluidades, que de las comedias inevitable– mente resultan ; los casados, de la infidelidad de sus consortes , que en muchos casos será casi indefecti – bl e; los padres de familia, de la insubordinación de sus hijos y domésticos; éstos, del abandono , incuria, y mal ejemplo de sus padres y señores; y unos y otros, de los daños que recíprocamente se hacen con el mal ui'o, desperdi cio y culpable injuria e indebida inversión de las rentrs y bienes de fortuna que Dios les había dado. Y no desatienda V. S. el lamento de los artesanos, cuyas mujeres e hijos gimen su des– nudez y hambre, porque se gasta indebidamen te en la comedia el jornal que con tanta fatiga se ha gana– do en el día ; el llanto inconsolable de los pobres, viu– das, huérfanos , en fermos y demás necesitados, cu– ya indigenr.ia por igual motivo se deja de socorrer, ni la dura vejación y prolongada violencia que padecen por el perjudicial retardo en el despacho eje sus cau· sas los que tienen algún negocio pendiente en su tri– bunal, por el tiempo que consumen en el t eatro los individuos de que aquel se compone . Dafios son es– tos totalmente incalculables , porque, no limitándose estos a solos los años que ellas duren o que perma– nezca el teatro en la ciudad, se extenderán a los ve– nideros por una duración casi interminable. ¿Cuándo se acabarán , ni quién pobrá reducir a guarismo los

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