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- 131 - cuanto ella obró y edificó entonces lo destruye V. E. con lo que tiene intentado y dispuesto . Sí, Excmo. Señor: V. E., sin advertirlo, ha toma– do ese empeño contra su mismo Criador, no contra nosotros, sus min istros, ni contra otra alguna criatu– ra. A Dios , no a nosotros, es a quien V.E.se opone; su palabra , no la nuestra, es la desatendida y concul– cada en este caso. ¿Le parece a V.E. poco? Acuérde .. se de que el P. S. Agustín enseña, que no comete menor pecado el que desprecia la palabra de Dios y no obra según ella, que el que cometieron los que prendieron, azotaron y crucificaron a Jesucristo. Los Santos Padres, deduciéndolo de las divinas Escritu– ras, afirman que una de las señales más claras de reprobación en un alma es el desprecio de la predi– cación, y Jesucristo , mi Señor, asegura en su Evan– gelio, que no es de Dios el que no oye y obedece su divina palabra. No me persuado que V. E. haga lo que hace por desprecio de la predicación, ni tengo motivo para pensarlo; pero reflexione qué es lo que puede inferirse de haber seguido con tanto ardor y eficacia su intento durante la Misión y después de ella. ¿Qué escándalo no es para los piadosos y teme– rosos de Dios en esa ciudad y su comarca? ¿De cuán– to estímulo no sirve para los que son de este núme– ro? ¡Ah! ¡Qué de males se seguirán de una falta de reflexión! V. E. no se ha parado a reflexionar lo que en esos grava su conciencia por la gravísima ofensa que en ello hace a Dios y las ruinas que ofrece a ~:us projimos . _ ¿Ignora acaso V. E. que esta es la mayor infe– licidad de un alma mientras vive: el ser causa de que otros caigan en pecado? Lea V. E. las Sagra– das Escrituras y hallará en ellas las horribles repe– tidas maldiciones que da Dios a esos infelices. Mal– dijo y destruyó las gentes y naciones que impedían

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