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-9 - emprendedoras, como S. Vicente de Paul; dadas a la penitencia y la contemplación, como S. Pedro de Al– cántara y los padres del yermo; dramáticas y apasio– nadas, como la Magdalena y Santa Margarita de Cortona. Inmensa variedad de flores, que perfuman la Iglesia de Dios, no hay dos enteramente iguales, ni desprovistas del aroma suavísimo y embriagador de las virtudes. Estrellas deslumbradoras en el cielo del cristianismo, cada una de ellas es diferente por su magnitud y claridad, en frase de San Pablo. Sol– dados todos de un gran ejército, cada cual ocupó su frente, respondió a un período de la lucha, a una ne– cesidad social, a una exigencia del corazón humano, y todos juntos fueron el decoro y ornamento de la Iglesia de Dios. I-Ieroes de la santidad, cada uno rea– lizó en sí uno de los infinitos tipos del Evangelio, tomó su cruz y luchó con la maldad, el error y aun consigo mismo , hasta ser una copia acabada del divi– no Maestro , modelo divino de toda virtud, ejemplar augusto de toda santidad , de quien se ha dicho que, si es admirable creando los cielos, gobernando la creac:ón, trazando con su dedo la historia y los des– tinos de los pueblos, acometiendo la magna obra de la redención y justificación , es no menos admirable en sus obras maestras, que son los s antos. No es dado al historiador deformar la vida de estos heroes, sino presentarlos tales como son en sí. Ni necesita el santo que extrememos la nota poética para hacer más sugestivos sus hechos, ni que acen– tuemos tampoco la nota austera para hacerlos supe– riores a lo que les rodea. Vut>lvo a repetir que el documento debe hablar, cuando exista, con toda su sobria elocuencia, completándolo, cuando esté incom– pleto,y explicándolo o poni éndole el marco adecuado, cuando necesite explicación o realce, como se limpia un cuadro de mérito de la inclemencia de los siglos.
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