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- 7- fango de las diversiones abyectas, labraran la gran– deza de su patria: sólo encontró un pueblo, víctima de la ineptitud de sus poderes , de la corrupción de sus políticos, de la perversión de sus sabios, de la degeneración de las clases directoras, y con estos elementos trató de model ar la Espafia católica, que üintas desgracias había de soportar y a la que espe– raban los días amargos de la persecución, y del hun– dimiento y desp lome del san tuario de la fe y de la patria. Quiere esto decir que, si Espafi a hubiera respon– dido al llamamiento divino, se hubi era escrito de dis– tinta manera la hi stori a, formándose quizá la gran confederación hispano-americana, con lo que la gran– deza de las principal es naciones europeas no se hu– biera labrado a cos ta nuestra, y se hubieran renova– do los días de Recaredo y Felipe 11. El mismo Beato Di ego José de Cádiz parece una gra n col umna, que sobres ale entre las ru inas, ll amada a sostener el arco tri unfa l de una civi lización. elegantísima e in– hiesta en medio de una dilatada ll an ura , donde yace enterrada la gran deza de su pueblo. Son pocos relativamente los que acierten a com– prender que cuesta más de!ener a una nación en la pendiente de su ruina , que imprimirle el empuje sal– vador hacia la cumbre de su g loria. Parece que aun en el mismo terreno de la justificación, se necesitan menos gracias para conve rtir a un pueblo sa lvaj e, que para contra rres tar la apostasía de una nación cris– tiana. Cuando el éxito acompafia al embajador de Cristo, lo envuelve y real za la misma mtreola del triunfo; mas, cuando la desg racia malogra su mis ión, disfuma s u maj estuosa silueta el polvo mismo de los escombros y la ceniza de los grandes incendios so– ciales. Hemos querido con trastar el fondo negro de la
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