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-99- L;s ONCE Oigo que al tocar la hora El metal dice al oído: Hombre, levántate y llora Lo que en pecado has vivido. Confieso, mi Dios, que he sido A tu ley inobediente, Obstinado e insolente, ¿Y no muero al acordarme De que podéis condenarme Antes que las once cuente? LAS DOCE ¡Oh, qué voces üm fatales A todas horas escucho! Pues dicen me acerco mucho De la muerte a los umbra les. Todas son señas mortales. Que, aunque de salud rebose, Mi ser caduco conoce Que hacia su fin ya camina, Y puede ser la ruina Antes de tocar las doce . Trasládase uno, al leer estos versos, al mona.,;– terio solitario, donde al caer el reloj en medio de sepulcral silencio, sus secos golpes son llamadas a la conciencia del venerable capuchino, absorto en las ideas de la muerte y la eternidad. Estas ideas que aterraron al poeta franciscano de la Edad Media , a l autor del Dies írae, Tomás de Celano, inspiran al Beato Diego José de Cádiz, fund iéndose y acoplándose la inspiración de uno y otro , como si la misma tuba del ángel le fuera arran– cando uno a uno los versos:

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