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-67 - y de pronto sentí un movimiento en el corazón, que aun me hizo no poder comer lo que tenía delant e. Volvíme a fas que me instaban, y les respondí : Digan ustedes a la enferma que , si hace lo que yo le diga, vivirá . Se alborotaron, y me instaron a que me aclarase más; respondí: Como haga lo pri– mero que le venga al pensamiento, sanard,·funda – do yo en que lo primero sería el conocimiento de su yerro y deseo de salvarse, enmendándolo. Quedóse en esto, y en que, de no hacerlo, creía no tuviese remedio, y al otro día me avisan de pronto que la . enferma se había agravado y me llama. Entré en la clausura, y le dije lo propio con otras cosas sobre su conducta, y me salí con cortas esperanzas de su reducción . En aquel día, a voces anuló cuanto habfa hecho y dicho, ratificó su profesión, hizo su desapro– pio y ot ras acciones muy edificativas para la Comu– nidad; se confesó con su antiguo Director , como para mor ir, y, después de haberse agravado más, cuando no se creía escapase, logró perfecta salud, y con ella al poco tiempo volvió a lo pasado. Esta es aque– lla, cuya cart a para que yo declarase a su favor mostré a usted, estando en esa. » (2) (2) «El Director Perfecto»-Carta al P. Francisco J. Gonzá lez, 12 septiembre 1799.

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