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-66- pueblecito de El Burgo. Ya bien entrada la noche,. un tropel se acercó a la casa. Avisaron al Beato, y se encontró éste que traían a un sacerdote enfermo• y paralítico. Conmovióse el tierno corazón del joven Apóstol, y preguntó a los que le traían: -«¿Cómo en noche tan mala y tenebrosa vienen aquí? » Llegóse al sacerdote con grande reverencia, y de rodillas le besó la mnno, ayudándole a incorpo– rarse y diciendo con gran ternura: -¿Cómo han permitido que este venerable sa– cerdote sufra un rato de tanta incomodidad? - iPor ver a vuestra Paternidad, Padre de mi alma_...:_dijo a grandes voces el enfermo, añadiendo : Por el amor de Dios le pido me diga un Evangelio. Hízolo así el Beato, e inmediatamente exclamó• el enfermo: -Ya estoy bueno. Déjenme andar por mi .pié. (1} Prosiguió el Beato su viaje a Málaga, donde le sucedió lo que nos cuenta él mismo, escribiendo a su Director: «Volví el verano a Málaga, a algunas cosas que quedaron pendientes, y acaeció que, estando. una mañana confesa'do a unas hijas en el convento de Santa Clara, llovió tan copiosamente y por tanto tiempo, que no me dejó sali r de allí. Empeñáronse en que me quedara a comer en una grada, y después de mucha resistencia, ultimamente, viendo iba para la una del día y que seguía el tempora l, vine en que– darme . Estando ya en la mesa me encargaron con: extraña eficacia pidiese a Dios por la salud de una religiosa joven, que estaba muy en peligro: era esta una de las que tenían alborotado el convento, y aun la• ciudad, con la solicitud de anular su profesión. Pre– guntábanme con tesón impertinente qué sería de ella,. (1) Cardenal Vives, «Vida documentada)), pág. 29.
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