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7\1álaga, donde ya había algún rumor, y me instaron hiciese aquí Misión, a que respondí la haría, si la pe– día el limo. o su Gobernador. Volvíme a Ubrique, y fué el aviso para que viniese prontamente a dicho fin. Me escribió una señora de aqui, que un día se entró por su casa el Sr. Provisor y Gobernador di– ciéndole: ¿qué lo quería? Porque le habían llevado tres recados de su parte. Respondió que no había env;•.Jdo ni uno solo; mas que, pues Dios lo disponía así, que el asunto era me llamase para hacer la Mi– sión; y el señor lo hizo así y se efectuó con grande -conmoción y fruto. Aquí me sucedió el di sponer un sermón de dogmas para la despedida de la Catedra l, por consejo de algunos señores canónigos, dejando para estudiarlo por dos o tres semanas el confeso– nario. Hícelo así, y, fiado yo en mi trabajo , no obs– tante que aun para él me había Dios cercenado el tiempo, luego que llegó el día, o la tarde, se vió un concurso desmedido en la Catedral de toda la ciu– dad y de los más de los protestantes; mas luego que subí al púlpito, (¡oh Padre de mi alma, qué justo es Dios y cómo sabe enseñarme que el Señor y no yo ha de ser quien predique!) se me olvidó lo pre– venido, puse otro tema, y estuve hora y media . perdido, predicando con indecible confusión y cai– miento de espíritu. Confesé después a los señores mi miseria, qued¿ amarguísimo y aun perdí el sueño por dos o tres noches, hasta que empecé a oir los efectos del sermón en la convincencia de los herejes, de los que parece se redujeron algunos pocos. ¡Dios sea bendito por todo! » (1) Acabado el sermón en que se perdió- añaden sus (1) «Director Perfecto)) , Carta del 13 de septiem– bre de 1779.
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