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-58- -Oraban también varios religiosos. Serían como las tres de la madrugada, cuando se sintió un gran te– rremoto, seguido de un viento impetuoso, que hacía temblar los gruesos muros de la Iglesia y convento, y a continuación una especie de relámpago vivísimo ilumin ó las tinieblas. Los religiosos se aterraron, y •quisieron huir, p2ro no les fué posible. Su asombro -creció más cuando oyeron hablar a Fr. Diego con un personaje misteri oso . Hasta los que dormían en las celdas se levantaron asustados, disponiéndolo así Dios pura que fueran t es tigos de la aparición mila– grosa . No se pudo por entonces averiguar el misterio; pero al llegar en visita canónica el P. Provincia l, Fr. Antonio de Irlanda, le roga ron los religiosos que, valiéndose de su autoridad, lo averiguara . M.andóle, pues, por obediencia, el P. Provincia l que contara lo sucedido, y nuestro Beato, postrándose de rod ill as , respondió: (( En la oración de aquella noche se me re– presentó con la mayor viveza mi indignidad, mi igno– rancia y absoluta ineptitud para ll enar la orden que V. P.M. . R. , me había dndo de ir de Nlisión a Ceuta. Acobardado con este convencimiento, supliqué al Se– fior, con lu eficacia que rnbe en mi pobre espíritu , que o me exonerase ele un encargo tan sobre mis fuerzas, •O me concediese cuanto para desempeiia rl o me falta– ba, que nada menos era que ciencia y virtud. lnvo– <:aba en mi protección a la Virgen Santísima, mi Se– fiora, y al Sr. S. Ildefonso, t itular de esta Iglesia ; seguía en esta súplica, cuando sentí en mi interi or una novedad que no sé explicar; a poco sentí una especie de terremoto o huracún muy fuerte, que me hizo tembl ar, y tanto, que, cubierto con un pico del manto, me postré en tierra ; pero a poco, oyendo una voz extraiia, y serenado el extremecimi ento, me le– vanté y vi a un respetable personaj e, rodeado de
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