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-46 - En aquellas horas plácidas, que convidab,:n a la me– ditación , estudió profundamente la Teología Dog– mática, Moral y Mística, la Sagrada Escritura y San– tos Padres, que manejaba con acierto extraordinario. Se aprendió de memoria el Nuevo Testamento. Noche y día fué estudiando sin descanso , y tan– to estudió, que llegó a sentir escrúpulos, que le qui– taron dos hombres eminentes, que ft_1 eron sucesiva– me1ite superiores de aquel convento, y a los que deb:,J gran parte de su formación científica: el P. Francisco J. de Cádiz y el P. J. Bautista de Cabra . Por esto, an te las expresiones de su crasa ignoran– ci a, y la opinión de algunos ele sus contemponíneos de que toda su ciencia era in fusa, debe advertirse que la ciencia sobrenatural no excluye la adquirida, y que el Beato t enía en muy alta estima su ministe– rio sacerdotal para tentar a Dios. Sobre estos es– fuerzos laudabilísimos venía después la ciencia infu– sa, que dejaba asombrados a los hombres encanecidos en la ciencia. Visión de las Tres Órdenes"- En la materia de estos estudios debió entra r también la historia de nuestra Orden, y, discurriendo sobre la variedad de reformas de la familia franciscana, tuvo la siguiente visión, en la que el Selior le sacó de sus dudas. «En los primeros años de su profesión religiosa era mo– lestado su pensamiento, deseando saber cual de las Reformas de los frailes Menores era más perfecta, la más agradable y la más querida ele N . P. S. Fran– cisco, lo que se le manifestó una noche entre sueños cuando menos lo esperaba y deseaba. Se le repre– sentó a su vista y entendimiento un elevado monte, y en su cumbre a N. P. S. Francisco, pobre y humil– de en el traje y trato, pálido, flaco y de nduraleza o complexión delicada, y a sus alrededores muchos frailes de su Orden, interpolados e indistintos de to-.

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