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-45- ria ir con él y habló al P. Provincial, que le ordenó saliera inmediatamente para dicho convento. ( 1) Esta asignación la miró como una providencia de Dios, y, cogiendo su Crucifijo y el breviario, partió, lleno de espiritual alegría, al convento de Ubrique, donde había sido su primera vocación. El codraste entre la vida de ciudad y aquella vida solitaria im– presionó hondamente su espíritu. Fresca aun la me– moria del V. P. Buenaventura de Ubrique, apóstol de la Serranía, oyendo relatar sus milagros y su celo heroico, a poco de estar en el convento buscó su vi– da para tomarla por modelo de la suya, y, no habien– do coristas allí, por ser convento pequefio, con licen– cia del Prelado, se encargó de todas las ofi.::inas que pudo, con tal empefio que no se sabía cómo ni cuándo las hacía, sino que amanecían siempre limpias y pre– paradas. Si alguno pretendía ayudarle, contestaba con un candor e ingenuidad edificantes: - «Dejadme, Padres, soy el último de la Comu– nidad, inútil para trabajar en su alivio. Siquiera en esto le ayudaré, y no comeré tan de balde el pan. »(2) Método de vida.-Se levantaba mucho antes que la Comunidad para hacer oración. Terminada la san– ta Misa, estudiaba tres horas y volvía a orar otra. Después de Vísperas estudiaba de tres a cinco de la tarde, y hasta las seis oraba. Volvía a estudiar de ocho a diez de la noche, y de diez a once hacía otra hora de oración, acostándose una h0ra para volver a las doce a maitines. Este fué el plan de vida mien– tras estuvo en Ubrique. Sentía verdaderamente hambre y deseo de saber. (1) Historia de la vida interior y exterior del Beato Diego J. de Cádiz, por el P. Alcober, pág. 362.-Rela– ción de D. Lorenzo Ortiz de Zárate, fol. 43. (2) P. Luis Antonio de Sevilla, pág. 66. G
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