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-647- sostienen, y la constante tradición de todos los siglos que con el mayor convencimiento la demuestran. >> (1) Leyendo esta defensa del Siervo de Dios, no po– demos contener la emoción que embarga nuestro ánimo. E5 su última obra, en que le va a sorprender la muerte, con la pluma en la mano , defendiendo al Sumo Pontífice, a la Inquisición, en cuanto ejercía la potestad apostólica y pontificia, y a las Ordenes Religiosa5. Los tres van a ser violentamente ataca– dos por la revolución moderna: el Pontificado, terri – blemente combatido por los revolucionarios , será despojado de su poder temporal; la Inquisición será abatida y abolida; las Ordenes Religiosas serán des– pojadas de sus bienes, disueltas y exclaustradas; mas en el Archivo His tórico Nacional quedará pro– videncialmente la protesta del gran Aposto!, monu– mento de su fe, bandera de combate, en que morirá envuelto el heroe frente a la turba de regal istas, li– berales y desamortizadores. Nos parece verlo, en su cuarto de Ronda, domina– do por la fiebre, y escribiendo a su Director estas pa– labras, que resumen este proceso: «Confieso a usted, amadísimo Padre mío, que cuantos más autores veo en la materia del primer asunto delatado, que es el de la potestad pontificia, más me admira que haya católico que se atreva fl delatar un dogma,)) (2) Al recibir el ministro, Sr. Urquijo, el informe de D. Francisco Gómez de la Torre, remitido por don G-egorio de la Cuesta, lo envió reservadamente, de orden del rey, al Inquisidor General con la siguiente carta: (1) Archivo Histórico Naciona!.-Sec. de lnquisi• ción. leg. 4.449, n. l. ('2) Carta al P. Alcober, 10 de marzo de 1S01.

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