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-644- sa al Beato Diego de hablar de tal modo del estado religioso, que parece que el que no lo profesa no puede salvarse. Entiende que está desacertado el Siervo de Dios al asegurar que a ellos les es dado mayor conocimiento de los misterios del reino de Dios, y en aplicarles el genus electum, regale sa· cerdotium, que es común a todo buen cristiano , aunque no sea religioso. Termina diciendo que se encarecen demasiado las ventajas del estado y la seguridad de no experimentar la justicia de Dios en los claustros. Sobre que todo esto es burdo, y puede verse la so– lidez de doctrina del Beato Diego , leyendo los distin· tos sermones que cita, como el de Santa María Egip• daca, el del V. Fr. Santiago Melgar y el del Padre Ortiz, se ve, por el contrario, el virus regalista en el Sr. Gómez de la Torre, queriendo librar de toda censura a los que desean prudentes reformas en las Ordenes Religiosas. No les duele a él y al delator la sublimidad del estado, que pondera el Beato Diego , sino los despiadados golpes que dirige el Siervo de Dios contra sus enemigos francos o encubiertos . Estas prudentes reformas, dictadas por la pru· dencia de la carne, habían de llegar, al cabo de unos cuantos años, a cerrar los noviciados, suprimir con– ventos, quitar la jurisdicción a los Provinciales , y finalmente a la desamortización de los bienes de las Ordenes Religiosas y a la exclaustración y catástro• fe del 1835. ¿Cómo podían leer estos furibundos re– galistas los párrafos enérgicos del Beato Diego, en que los desenmascara con entereza apostólica? No tenían ellos la clara vista del porvenir del gran Apos– to), ni veían que tras las Órdenes Religiosas, sería reducida a la miseria la Iglesia española . (1) (1) Archivo Histórico Nacional.-Sec. de Estado. Leg. 4817, n.º 25.
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