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--643- to Diego lo afirme en muy distinto sentido; examina el hecho de haber fundado S. Pedro de Verona una congregación seglar para perseguir a los maniqLteos y combatirlos con la espada, y dice que, mientras no demuestre el Padre Cádiz que ese impulso de S. Pe– dro de Verona es un precepto de Dios, el acero no es el medio más proporcionado para defender las verda • des de la Religión, sino la constancia, la paciencia y el espíritu de dulzura. Y aunque fuera cierta esa fundación, si había de usar de la fuerza, seria con consentjmiento del príncipe temporal. Esta es, en sustancia, la censura del segundo punto de la delación. Se necesitaría un tratado para ir contestando una por una las afirmaciones del señor Gómez de la Torre e ir contrastándolas con la doc– trina sana y segura del Beato Diego. Indigna ver al censor atropellando todas las leyes de la lógica, tomando las afirmaciones del Siervo de Dios en dis– tinto sentido, y con el pensamiento siempre fijo en negar a la Iglesia toda potestad directa e indirecta, y no dejarle otra potestad coercitiva que las armas meramente espirituales. No insistimos pues más, dando al Sr. Gómez de la Torre por suficientemente refutado. Tercera proposición delatada.- «Por último– acaba el Sr. Gómez de la Torre- he leido más de una vez el sermón de Santa María Egipciaca, que está en el mismo primer volumen, y aunque no hallo, según mis cortas luces, condenados claramente, como los Luteros y Vigilancios, los que desean una pru– dente reforma, encuentro que en el modo con que expone las ventajas del estado religioso y de sus profesores, confunde éste con el cristiano que no ha profesado Instituto de los que habla el autor en dicho sermón. » Pasa a examinar la naturaleza de los votos. Acu •

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