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- 626 - Delación a la Inquisición. «Excmo , Señor: Una casualidad puso días pasados en las manos de su ínutilísimo, pero muy fiel vasallo de nuestro Católico Monarca (que Dios guarde) las obras pre– dicables del Padre Cádiz, Misionero Capuchino. Deseoso de leer algunas oraciones de tan celebrado predicador, abrió el tomo cuarto, y lo pasó todo en des días. A pesar de tan acelerada lección, observó en los folios 92, 93 y 94 algunas cosas, que le han parecido muy dignas de la atención del Gobierno. Si en medio de las gravísimas ocupaciones que rodean a V. E. tuviese algún momento de libertad, y gusta– se leer los citados folios, echaría de ver que allí se confunden los errores de los libertinos con las sen– tencias fundadísimas de los católicos; que a unos y a otros se dan sin di~tinción los mismos nombres; que se sujeta la potestad real a la eclesiástica, y tanto, cuanto han pretendido los más fanáticos curia– les; y que todo esto se despacha como un dogma de fe, sin cuya creencia nadie puede salvarse. Podrá ser que al que escribe le haya abultado algo las co· sas el microscopio del respeto, de la veneración y del amor que tiene a la religión, a la paz, a la patria y a su amado príncipe; pero está seguro de que se deben corregir, y con tanta mayor presteza, cuanto que la fama del autor, al mismo tiempo que las con– cilia autoridad, las hace más peligrosas. Haga V. E. que las considere un hombre sabio y despreocupado, y oiga su dictamen. Al mismo tiempo le encargará V. E. que lea el Sermón de Santa María Egipciaca, en el cual, así se habla del estado religioso y de los que lo profe– san, que parece se quiere confundir con los vigilan– cios y luteranos a los que con un celo, el más santo y piadoso, suspiran por una discreta reforma. Quizá

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