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-622- a las buenas almas que dirige, para que todo ceda en su mayor honra y gloria. Otro día, también entre sueños, se me represen– tó un sitio subterráneo o de una luz lóbrega y tene– brosa, la precisa para ver una sala pequeña por don– de me paseaba con bastante tristeza y deseo de ver a Dios. De cuando en cuando se me presentaba allí Ntro. Señor Jesucristo en la forma con que andaba en su santa predicación, e inmediatamente me arro– dillaba a sus santísimos piés, he'.:ho un mar de lágri– mas y tan encendido en su santo amor, que aun dor– mido lo advertía, y le pedía que me perdonase y me concediese su vista bienaventurada, porque se me hacía presente que aquel era el Purgutorio en la so– la pena de daño. En estas veces, que creo fueron tres, sólo en una se detuvo Su Majestad y me permitió llegar a sus santísimos pies un brevísimo instante; mas ni en esta, ni en las otras, me habló una sola palabra, ni mudó de semblante, de majestad y sobe– ranía. Alguna vez me parecía que estaba acompaña– do de una o más almas; mas estas prontamente desa– parecen. En otra ocasión, también dormido, se me repre– sentó un estanque de agua negrísima, como tinta, frigidísima y hedionda, entendiéndolo así por conoci – miento, no por experiencia. El estanque estaba ce– rrado por arriba y pc,r los lados con una luz más te– nebrosa que la anterior , pero que dejaba ver lo te– rrible de aquel sitio, y cuánto tormento sería pade– cerlo, aunque fuese por corto tiempo, pero mucho más por toda la eternidad. No ví ni entendí que en él hubiese persona alguna; mas sí que era como agua viva que estaba en continuo movimiento. Aho– ra que estoy escribiendo esto, reflexiono que en el primer sitio me paseaba con el hábito de Capuchino,

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