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-617- que llegaron aquí-escribe-de los estragos que ha– cía en Cádiz el contagio, y que había saltado a Sevi– lla en su barrio de Triana, movieron a estas gentes, para que sus dos Cabildos con el Cuerpo de la Maestranza dispusiesen funciones de rogativas, pro– cesión etc. en las que de los tres sermones que se predicaron, me encomendaron el primero y el último. Prediqué el primero con el fervor que Dios me con– cedió; asistí al segundo, cuya oportunidad me llenó de admiración y de confusión. Me recogí a dormir la siesta, como fuera de mí, y habiéndome quedado dormido, se me representó hallarme en una sala bas– tante espaciosa, y en ella en el aire una araña negra del tamaño de media nuez en toda su extensión, la que se paseaba por los hilos que había tejido por to– da aquella estancia, quedando sólo libre el sitio o rin– cón donde yo me hallaba, Apenas se me hizo esto presente, cuando advertí que otra araña de iguales circunstancias, aunque algo mayor, embistió a la primera con furia tan terrible, que a pesar de alguna resistencia que hizo, se dejó vence1 de ella, sin po– der advertir de ella cómo ni de dónde vino allí. En la ocasión misma de su horrorosa pugna, durante la cual permanecía yo en pie en un rincón, noté que una persona de las de esta familia pasó por delante de mí de una a otra parte, con mucho miedo y cuida– dado en aquel espacio que mediaba de mí a la tela de la primera araña. Todo esto fué en brevísimos momentos de tiempo, y desperté lleno de pavor, el que se renueva con el recuerdo de lo referido. Cla– mé a Dios en mi interior, pidiéndole su misericordia y que me perdonase. Procuré volver a dormirme, y apenas lo conseguí, cuando soñé que levantándome de la cama en que dormía (que tengo ahora en el suelo) salieron del sitio en que había estado dos ara– ñas negras, menores que la referida, y más pequeña

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