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- 616 - -que dirige, asistiendo en su Iglesia, en la ocasión de dos sermones que he predicado en ella, uno el día de Nuestra Madre del Carmeri, y otro en el de nuestro Patrón Santiago, vió en el primero, que, al tomar yo la bendición en el altar parecía otro muy diferen - te del que soy, como lleno de luz o de los dones del Espíritu Santo, y que, predicando, salían rayos de luz con las palabras, que llegando a los corazones de los oyentes, rechazaban en los más, dejándolos en su fealdad, y eran muy pocos los que , al tocarles, se de– jaban penetrar tanto de su luz que con ella quedaban bañadas sus almas y hermosas como ángeles. En el segundo vió que las palabras que pronun– ciaba en el sermón , unas parecían llamas, otras te– nían figuras de saetas encendidas, y que en los oyen– tes sucedía lo mismo casi que en el primero. Esto, no sólo me hace titubear de su verdad porque me conozco, sino que me llena de miedos grandísimos, porque estoy convencido de que mi predi cación debe ser, como toda de Dios, llamas y saetas. Verbum .ipsius, quasi /ácula, ardebaf, para lo cual me es ne– cesario un corazón inflamado quasi ig nis, y que, ha– llándome distantísimo de esto, soy responsable de Ias almas que dejan por esta causa de convertirse .)) (1) En el verano de este año entró el cólera en Cá– diz, se propagó a Sevilla e invadió poco después a toda Andalucía. El terror se apoderó de ciudades y campos, como tenemos dicho, y empezaron las roga– tivas y desagravios para pedir a Dios la cesación del azote. Dios quiso instruir a nuestro Apóstol con la siguiente visión, cuyo s ignificado se le ocul tó al prin– cipio. Segunda visión de las arañas .-«Las noticias (1) Cartas de conciencia, 26 de agosto de 1800.

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