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-G09 - que dejen de ocurrir mil pensamientos tristísimos y congojosos de los que expongo a usted algunos para darle cuenta de mí, a fin de que vea la furiosa tem– pestad en que me hallo. Antes de ahora tengo insinuada a usted la angus– tia de espíritu en que me pone la cautela, reserva, desconfianza, o como quiera que se llame el trato que me parece veo en usted por lo nada que mis he– chos le satisfacen, por más que, a mi modo de pensar, le manifiesto en ellos la sinceridad, ingenuidad y verdad de mi proceder; ya porque así debo hacerlo, y ya porque mis cortos alcances y mis luces limita– das no dan lugar a otra cosa. Veo que así se lo he acreditado en el presente asunto, pues luego que us– ted me propuso que, llamádome Dios a la contem– plación, debía retirarme donde me proporcionase para ello y elegir para esto el convento del Casti– llo, le respondí exponiéndole sencillamente los in– convenientes de aquella conventualidad, y, conoci – dos por usted, los tuvo por justos y suficientes. Le expuse asímismo que, a pesar de conocer con •evidencia la voluntad contraria de mis Prelados, por la imposibilidad verdadera que se nos presenta– ba , estaba dispuesto mi ánimo a lo que usted me mandase hacer. No obstante esto , me mandó usted tratarlo con el M. R. P. Provincial, que entonces era, y venciendo no pocos reparos y dificultades, le pedí su licencia, y la conseguí, para ir, como fuí, a Cá– diz con sólo este objeto. La respuesta negativa del Prelado y su mandato de volverme a continuar, etc. se la avisé a usted entonces » (1 ). (1) El P. Provincial le dijo que él, como Prelado suyo. era el órgano de la voz de Dios; que siguiese como hasta entonces y que no le volviera a tocar más el asunto, en el que le imponía perpetv_o silencio.

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