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- 604 - que, como se ve, se refiere ya a la guerra de la In– dependencia: El Señor le dijo: «Hija, atiende: De pronto se le representó Espa– ña muy horrorosa, y que iba el Señor a derramar la copa de su furor con un castigo muy grande, y con él padecería también la Santa Iglesia, cuya re– presentación la puso en términos de morir de pena y sentimiento» (1). Teniendo en cuenta que el espíritu de esta sier– va de Dios fué probado por hombres de la talla del P. Cala, el P. Maestro Ru iz , del cual se sigue e proceso de beatificación y canonización y el Beato Diego José de Cádiz, además de las pruebas hechas por el P. Francisco de Asís González, nos podemos preguntar cómo, después de tan temerosas profe– cías , anunciadas por el Beato Diego a las principales ciudades andaluzas , no volvieron en sí, y trataron de apla car la ira de Dios y evitar la ruina de Espa– ña, en cuya historia deben constar, cuando se quie– ra dilucidar la causa de la liquidación de su imperio colonial y de su espléndido poderío (2). Aunque el cólera no entró en España hasta el verano de 1800 , hemos adelantado los sucesos para que se entiendan mejor las visiones del Beato Die– go, referentes a é l. El Siervo de Dios empezó pre · dicando la novena de la Paz. Por febrero salió de Ronda para Sevilla, pero se tuvo que vo lver a cau– sa de las lluvias, quedándose en Ronda, donde pre– dicó varios sermones durante la Cuaresma. Así permaneció hasta que por abril fué a Sevi- (1) Carta del 10 de agosto de 1802. (2) Véase, en el segundo tomo de esta obra, la re– seña que dedicamos a la Hermana Antonia de Jesús, en el capítulo: «Amigos dd Beato Diego».

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