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-599- puedo dejar de sentir en extremo los castigos que le están cerca. » Y continuando sus lágrimas, le fué re– citando casi todo el capítulo 2. º del profeta Amós: «Por tres maldades de Moab, y por la cuarta, no la perdonaré, porque quemó los huesos del rey de Idu– mea. Por tres maldades de Judá, y por la cuarta, no la convertiré, porque despreció la ley del Señor y no observó sus mandamientos. Por tres maldades de Israel, y por la cuarta, no tendré misericordia, por-· que vendió al justo por un plato y al pobre por un cal– zado despreciable. El peso de tantos delitos me es ya insoportable, me hace dar gritos o rechinar como el carro cargado: vendrán sobre ellos castigos que irremisiblemente experimentarán ». El religioso se llenó de espanto, y le pidió que clamara a Dios para que convirtiese su castigo er. misericordia; pero a los pocos meses vió venir el cólera sobre Cádiz, en la que hizo una horrible mortandad, confirmando en todas sus partes la profecía del Siervo de Dios. Nuestro Beato Diego vió venir perfectamente el cólera; ptro, como él decía, era un aviso, no el cas– tigo grande que amenazaba a España. «Tengo para mí - escribe al P. Francisco de A~ís González- que este contagio es un aviso, no el ·castigo grande que nos amenaza, el cual debe ser muy j'ormidable. ¿Qué piensas tú, hermano de mi alma? ¿Qué me aconsejas, que me calle o lo insinúe al pueblo? » (1) No cabe duda que vió venir la guerra de la lndepen– cia detrás del cólera, y ese fué el castigo grande que temía y esperaba, y que sólo tardó unos cuantos años en venir sobre España. Visiones de la Hermana Antonia de Jesús Ti– rado.-Ahora bien; ¿qué fundamento tenía el Beato (1) Ca rtas interesantes al P. Francisco de A. Gon– zález, 16 de septiembre de 1800 .

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