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-594- omití en los tres o cuatro primeros días las tres dis– ciplinas acostumbradas en la Misión con el pretex to de que no hallaba sitio proporcionado. El interior me acusaba de perezoso, y uno de estos días se me re– presentó entre sueños un gato negro muy doméstico con un cordel al pescuezo, pero suelto. Me llegué a él para acariciarlo pasándole la mano, y él con las dos suyas me la afianzó, como jugando, pero sin clavar las uñas; mas fué de un modo que por más diligen– cias que yo hacía, no podía desprenderlo ni que me soltase la mano, y a este tiempo reparé que el rabo de este animal era tan raro y tan feo que me dió al– gún horror, y conocí que era otra cosa de lo que parecía. Desperté, y entendí que aquel gato era mi amor propio, que me detenía en el demasiado cui– dado de mi cuerpo. Volví a quedarme dormido, y se me representó un hombre mozo con aspecto devoto, en traje pobre, manifestándome particular inclina• ción, el cual, sentado en el suelo, manifestaba querer persuadirme que omitiese la disciplina que yo enton– ces tomaba. Desperté y advertí la reprensión inte– rior suave y quieta por la omisión de la tercera disciplina (ya había empezado a hacer alguna) me hallé muy movido a corregir esta falta, y con el co– nocimi en to de que aquel hombre devoto era mi amor propio, que con capa o pretexto de prudencia en mi– rar por mí, me sugería a omitir aquel corto ejercicio. Desde entonces corregí mi yerro, pedí a Dios per– dón, me confesé de él y seguí en los restantes días practicándolas. Al venirme de Sevilla, visité a una religiosa de vida ejemplar en el convento de Santa Paula, con la que tengo algún trato por escrito en ¡¡]guna rara oca– sión. (1) Esta ha escrito a su Director que , campa- (1) Sor Maria de San Pedro de Mirnnda.

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