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- 590 - naventuranza. No es decible lo que esto llenó mi co– razón, y así no busqué más. Esto me sirve de punto de consideración muy frecuentemente, mas siempre estéril de afectos, y por consiguiente de fruto, sólo sí un grande deseo de que sea efectivo en toda su extensión. Alguna vez ocurre el morí lucrum, cómo esto será lo que se logre, si aquello no se omi– te. Y por último, que todo es medio para que ya, muerto a todo lo terreno, y siendo mi vida Cristo, llegue a la verdadera felicidad de poder decir antes de morir: Gloriari me oportet in cruce Domini nostrijesu C/zristi. Veo mi monstruosa insensibili– dad, y me extremezco, porque temo se va obstinan– do más mi voluntad de día en día, a pesar de tantos llamamientos, avisos y misericordias. Su Majestad tenga misericordia de mí.>> (1) Muerte de Pío VI. - Cuando se disponía a salir de Ronda, a mediados de septiembre, para reanudar sus tareas apostólicas, recibió la fatal noticia de la muerte de Su Santidad, Pío VI, en Valence, mártir de los padecimientos causados por los revolucionarios francéses. El Gobierno de Carlos IV, vendido a Fran– cia, prohibió toda clase de comentarios para apagar la protesta que la España católica hubiera hecho al co– nocer aquella atrocidad. Los impíos y libertinos, en su ciega ignorancia, creyeron que aquel sería el últi– mo Papa, y el Gobierno de Urquijo quiso provocar un cisma, haciendo independiente a la Iglesia espa– ñola, que ya sufría el destierro del Cardenal Loren– zana y del Sr. Arzobispo Despuig, a quienes extrañó Godoy, con pretexto de consolar a Su Santidad, del que realmente fueron el único consuelo en aquellas tristísimas circunstancias. No contentos con aquella tentativa de cisma, editaron el Febronio, Pereyra y (1) Cartas de conciencia, 13 de septiembre üe 1799

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