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583 - hasta que fué voluntad de Dios no he tenido alivio. Deseaba cumplir aquella, y no ansiaba por este ni lo pedía . Su duración me hizo sospechar si sería mi última, porque soñé, en uno de sus días, que había preguntado a los médicos si había motivo suficiente para recibir los Santos Sacramentos, y me dijeron que los recibiese. Seguidamente se me presentó co– mo un lago de agua, y en él una bola de materia deleznable , y que nadando esta, se iba desbaratando aceleradamente; mas desperté antes que acabase de deshacerse, y me pensé si esto sería aviso de mi muerte ya cercana. Me quedé con indiferencia, y así sigo en el día. Ya, a Dios gr'?.cias, me hallo casi bueno, aunque con pocas fuerzas. En toda la enfermedad, sólo me ha fatigado el gato de la desesperación, conociendo prácticamente que esta tentación era la que figuraba aquel gato, que no podía yo separar de mí, y no fué necesar:o para ello el socorro ajeno, como le dije a usted entonces en la enfermedad que tuve cuando volví de Galicia. Apenas me empezaba el dolor, cuando me llena– ba de susto, o de temor con el miedo de si me falta – ría la paciencia, y, en justo castigo de mis ingratitu– des, me la negaría Su Majestad. Le clamaba, y pro– curaba valerme de la esperanza, y me parece que deseaba p9decer algo . El interior se ha conservado en paz, bendito Dios, y así prosigue, no ya tan insensible ni tan de bronce como hasta aquí. En medio de su habitual disipación, suelen sobrevenir algunos suaves movimientos , ya en orden a las virtudes o ya con respecto al pade– cer. )> (1) (1) Cartas de conciencia, 28 de mayo de 1799.
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