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-577- rece, que, en acabando con unos difuntos que tengo a mi cargo, le aplicaré t res Misas, además de la que ya le apliqué, y una por tí, a quien miro como ins– trumento de mi bien, por lo que has hecho y haces . Dios te lo pague. He leído con lágrimas las penitencias y cuanto contiene la sencilla relación de esa bendita criatura. He llorado y conocido en mí los buenos efectos que tú deseas, aunque temo engañarme y no quiero en– gañarte, por la extremada caridad que te debo . Lo estrecho del tiempo y el tropel de cosas que ocurren, no me permiten decirte lo que te diría, si tuviese el consuelo de estar a tu lado. Debes creer que yo soy aquel de quien dice Dios: Est qui nequiter humiliat se, et mteriora ejus plena sunt dolo . esto es, de iniquidad y de corrupción. Con todo para tu gobier– no con esta santa criatura te digo, que la desnudez que dice, negación y entrega en la voluntad de Nues– tro Señor Jesucristo , la deseo y la pido con todo mi corazón, y procuro unirme cuanto puedo con la su– ya santísima, y pedirle no permita que diga una sola palabra que deje de ser sana. Acostumbro repetir antes de predicar: Domine, in unione illius divinae intentionis qua ipse in terris verbum Patris pro– p osuisti, lwc tuum verbum propone . Más te diré, descubriéndote mi corazón. Un día de la Misión de Andújar , después del sermón en que había hablado de la obediencia al Sumo Pontífice y las cosas del día, y de lo que había quedado algo cansado y con pocas fuerzas, me fui a la Iglesia, y ofreciéndome al Señor con mi disipación y distracción habitual, y sin salir de ella , me ocurrió al pensamiento, como si su Ma– jestad en el Santísimo Sacramento me dijese:¡ Ven acá , Diego mio! (Me da vergüenza de decirlo y grandísima) y que me daba un abrazo. Pasó pronto aquel pensamiento, causando algunos buenos efec-
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