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-560- ras tardes , manifestaro11 deseos de oir méíS, y se se– ñalaron otras dos. Por estas ocurrió algún disgusto– ª uno de los cónsules, ocasio11ado de algú11 joven poco reflexivo, y se determinó omiti rlas; pero me llené de c1sombro y de consuelo, sabiendo que los mismos protestantes se la111e11taron de esto e insta– ron para que se hiciesen las dos pláticas, como efec– tivamente se hicieron. A1gunos se hnn reducido en– terame11t e. De estos llegaro11 a 111í tres, uno de ellos. cónsul, sujeto de bastante inst rncción y juicio, y me asegur::iron q11edaban convencidos y desvanecidas sus dudas. ( 1) Un vicecónsul me aseguró por dos veces que, por lo menos e11 la hora de muerte , se reconcilia rían con la Santa Iglesi a todos los que habían oído las pláticas. Dios sea bendito y glorifi– cado para siempre. El din sig11iente a la última plá– t ica fué con su cónsul un:1 diputación de los señores hamburgueses a darnos las gracias; y estos mismos dieron 300 pesos para que él los repartiese de limos– na entre los pobres. No cabe en expresiones, herma- (1) Este fué D. Andrés Fesser, de Hamburgo, cón– sul dP las ci udades anseáticas. A causa Lle ,u conver– sión, lo desheredaron y se estableció definitivamente en Espai1H. Su nieto D. Alberto Fesser conserva los autógrnfos del Beato Diego. El otro ilustre convertido en esta Misión, fué don Juan Nicolás Bühl de Fábcr, padre de D.ª Cecilia Bühl de Fáber y Larrea , el cuc1l ingresó en la Iglesia Católi– ca más tarde en Suerino, duendo de Mecklemburgo, el 30 de agostn de 1813. Esta conversión de Bülil de- Fáber, influyó notable– mente en la formH ción espiritual de su hija Cecilia (Fer– nán Caballero) una de la,; más grandes figuras de la novela española después de Cervantts, y además en el círculo de literatos, como Ha,tzenbusch, que iniciaron, una nueva valoración de la crítica española y alema:. na respecto de nuestros clásicos. Así estas conversiones fueron de gran transcenden– cia, tanto en el orden espiritual, como en el literario.