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- 566- toda clase de gentes. La hice primero por siete días, y habiendo sobrevenido la lluvia, fo¿ preciso suspen– der la del pueblo, y hacer entonces ocho días de ejercicios a los eclesiásticos y algún otro sermón al Hospicio. El lunes de Pascua repitió al pueblo en el mismo sitio y p~r igual número de días ». Conferencias a los protestantes. «A estos si– guieron tres tardes a los señores protestantes, des– pués de las cuales se manifestaron deseosos de oir más y se les predicó en otras dos. Dios se dignó con– cederme modo tal de hablarles, tan suave, caritativo y agradable, que se aficionaron sumamente a la pre· dicación. Algunos se redujeron y se han reconciliado con la Santa Iglesia, entre ellos un cónsul de bas– tante instrncción y juicio. Este y otros dos me habla– ron separadamente, y me aseguraron que quedaban convencidos y satisfechos. De los demás me dijo un vicecónsul que por lo menos en la hora de la muerte creía que se declararían por católicos. Ayúdeme us – ted a dar gracias al Seiior, porque, atendiendo a las oraciones de ciertas almas justas, les ha concedido lo que dejo referido y más que yo no sé. En todo el pueblo se advirtió también mucho fruto y algunas conversiones particulares, que sólo he sabido con esta generalidad. El modo de la predicación ha sido dulce, suave y caritativo, pero fuerte y eficaz en el peso de la autoridad y la razón. Mi interior lleno de oscuridad y poseído de amar– gura y de congojas antes y después de los sermones, las que durante ellos calmaban algún tanto. He quedado tan firmemente persuadido de que n-o- he llenado mi deber, que en todas las confesiones he procurado acusarme de ello. He deseado intensamente llenar la voluntad y los designios de Dios en esta santa Misión, uniendo la

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