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-563- quién no pondrá, Padre mio, en prensa todo esto, viendo que lo que se pide no pende de su arbitrio? Bien sabe usted, mejor que yo, cuánta prensa es para un súbdito que desea obedecer se le mande con rigor indispensable lo que él vé que no puede hacer o hay motivos que no se lo permiten. ¿Cree usted que no es este paso el más duro de mi vida? Ya en la pasada hubo otra, sin comparación mayor, en tiem– po de mi V. P. González, del que salí con el favor de mi Señor Sacramentado. Mi rudeza y mi ignorancia no me permiten que aclare yo por escrito lo que esto representa que de– cir. Mi interior está en tranquilidad, aunque acongo– jado con lo que a usted oye de sentencias fortísimas sobre este particular. Alguna vez me consuelo con la voluntad del que llama para algún destino, aunque esto no se ejecute , porque no pende de su arbitrio aquello a que se ve suspirado. Con todo, al presente, el miedo de mi eterna reprobaci ón me tiene puesto en prensa el corazón. )) Visión intelectiva sobre el misterio de la En– carnación. - « Con esta amargura empecé y concluí los diez días de ejercicios, que por olvido no avisé a usted en mi anteri or. En ellos he experimentado mi habitual sequedad y disipación. Sólo ocurri ó en día quinto en que daba principio a las consideracio– nes de la via iluminativa, que, meditando el alto mis– terio de la Encarnación del Divino Verbo, se fué no sé cómo el entendimiento o se le <li ó luz para que mirase este arcano en el decreto que desde el trono <lió la Santísima Trinidad, de que el Unigénito del Eterno Padre se humanase. El alma llena de admira– ción se pasmaba de tanta grandeza y bondad. Se deshacía en lágrimas de dolor de sus culpas, amor a tal Señor, y como hablando con Su Majestad le re– presentaba su ingratitud y la de todos los hombres;
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