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-560- favores singularísimos, que en este misterio de su puerperio, o de alimentar a sus sagrados pechos a su mismo Dios y Criador sin duda recibiría. No pude dejar de notar que no vi ni se me mani– festó con claridad la cara de Santísima Virgen ni el cuerpo tampoco del Nii'io Dios: lo demás sí lo vi y en– tendí con la claridad que dejo dicho. Después, cuando. me acuerdo de esto, me causa recogimiento, devo– ción, respeto y otros sentimientos semejantes. » (1) Esta visión se repitió poco tiempo después. Las angustias del Siervo de Dios habían llegado a ser grandes, por ti empeño de su Director de que so– licitara su traslado a Granada . El temor del Beato Diego era desagradar a Dios con esto, y el Sei'ior lo consoló repitiendo la visión, esta vez con más. claridad: «No hago alto sobre un breve suei'io de ayer por la siesta, en que se me figuró que veía a la• Santísima Virgen María, dándole el pecho a su San– tísimo Hijo, casi en los propios términos que en el suei'io anterior, y que, acercándome, se dignó poner en mis indignas manos al Sei'ior de todo lo criado, desnudo como lo tenía, pero hermosísimo, limpísimo, amorosísimo, en cuya ocasión se abrasaba mi alma en amor suyo, en su veneración. Pero esto fué como– un relámpago, y desperté sin aquel fuego. » (2) La contestación del P. Alcober a esta se ha sal– vado de la destrucción, quizás intenciqnadamente,. para vindicarse de su error, y es la siguiente: «Granada y noviembre de 1797. VIVA JESÚS Amado Diego, hijo mío, en nuestros corazones . Amén. A la tuya del corriente correspondo sin dila- (1) Cartas de conciencia, 11 de octubre de 1797. (la!) Cartas de conciencia, 7 de noviembre de 1797

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