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-557- Pero, Padre mío, si cupiera vanidad en esto, la ten– dría de haber deseado y pensado antes que usted lo de mi establecimiento en Granads, por la lealtad de mi corazón. Me detuve en hablar de esto en Granada, porque el manifestarle lo que me lo impide no ocasionase en usted alguna desconfianza, y me pareció mejor dejarlo a Dios y al tiempo, pues siempre lo hay para manifestar a usted lo que no debo ocultarle, según que los casos se presentan y con toda aquella inge · nuidad y confianza que debo y que me precisa. Suponga usted mi buena voluntad en conformarme con sus dictámenes y consejos, que, a Dios gracias, nunca me falta, y suponga iambién que no es posi– ble reducir a una carta lo mucho que en algunos par– ticu lares puede ocurrir y exponerle, como con res– pecto a la conventualidad del Castillo di a entender a usted en mi anterior. Ahora sucede lo propio con esa ci udad; mas sobre ésta sólo le digo lo que basta para qu e conozca que no puedo pretenderla. Desde que llegué a montar los cincuenta aiios de mi edad, empecé a experimen· tar diferentes quiebras en la salud y fuerz as , entre estas la de una fuerte opresión en las entrañas y del pecho en el invierno , que casi de continuo me hace andar con el cuerpo doblado sin poder andar derecho y con agilidad. En el invierno pasado se agregó a esto, no obs– tante que lo riguroso de él estuve en Jerez y Osuna, un dolor al pecho no despreciable , que llegó a fijarse en términos que me impedía mucho para ciertos mo– vimientos y aun para la ordinaria tarea. Este ha permanecido hasta que se acercaron los calores. El frío es la causa de todo, y los que pasé en Galicia y en Asturias me fatigaron no poco. Los de Granada son irresistibles para mí, y esto hace que no pueda

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