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-531- minos ofrece o es inseparable del santo ministerio, galardonados de diferentes modus; y veo un cúmulo de culpas y de defectos, qne me hacen conocer es inmensamente más lo que tengo por qué temer, que lo que debo esperar de premio y de recompensa . Es– te conocimiento humilla el corazón algún tanto : todo menos de lo que debe, y lo inclina a desear ocurrir en lo venidero a tan desmedido atraso . » (1) Esto lo decía el que había andado 2.530 kilómetros y predicado en 18 ciudades y pueblos 215 sermones, venía enfermo y traía los pies heridos y espantm,a– mente hinchados de buscar las ovejas perdidas. Y en todo esto, su humildad, aun más gigante que su celo, no encontraba nada digno de recompensa, pronun– ciando el Serví inutiles surnus del Evangelio . Llegado a Ronda y mejorado algo, viendo el Pa– dre Provincial su falta de fuerzas, le mandó que no predicara . A consecuencia del viaje se le había de– clarado un hidrósceles, que le hizo sufrir bastante . Su amor extremado al recato le hizo diferir la cura– ción, que le aconsejó el P. Prior de S. Juan de Dios, hasta que por mandato del Padre Provincial tuvo que ir por septiembre a Cádiz, pasando por Jerez para dar el hábito a otra sobrina suya, también en el convento del Espíritu Santo. A principios de octubre llegó a Cádiz, y el famoso cirujano D. Francisco Canivel le hizo una operación provisional. «En Cádiz-escribe el Beato-fué desilledida la conmoción del pueblo desde que puse el pie en tierra, de suerte que en el convento no había rato de sosie– go por el desmedido concurso de toda cli:se de gen– tes a todas horas, tanto que alguna vez el ánimo se me fatigaba. Volvía sobre mí; ofrecía a Dios la im- (1) Cartas .de concier:cia, 23 de junio de 1795.

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