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- 530- siguieron. Ya, gracias a Dios, estoy libre de ella, y en lo demás sigo algo aliviado, menos de la convul– sión y del destemple de la cabeza. Los pies y la~ piernas han padeciJo mucho en estos últimos viajes, Jesde Oviedo hasta Salamanca y Sevilla; mas ya, bendito Dios, se ban cerrrado las llagas, se han des– vanecido las hinchazones y además han cesado los dolores que fueron intensísimos y ·no ha repetido la erisipela que en León me acometió. El alma es la que viene enfermiza, hidrópica de sus pasiones, paralítica de tibieza y lazarina de sus miserias: siempre insensible e indevota y disipada. Ya ha desaparecido en ella aquel poquito de seguri– dad (no acierto a explicarme de otro modo) que ha tenido, durante las Misiones, de que su intención era recta, de que deseaba agradar a Oios, sin otro obje– to de cuanto hacía o padecía que su mayor gloria, el bien de las almas y llenar en todo su santísima vo– luntad, unida la suya a la de Nuestro Señor Jesu– cristo. Ha desaparecido también una cierta esperan– za, casi palpable, que advertia en lo más profundo de ella sobre el logro de su salvación, y en su lugar s e ha sustituído la oscuridad y una clara incertidum– bre, que, sin desconfiar, dan bastante que temer. Todo lo pasado en las -½isiones se representa como sin sustancia, vacío y sin aquel lleno que debe tener de– lante de Dios; inútil, vano, y no sólo perdido, sino lleno además -de un sinnúmero de faltas, que la hacen merecedora de los más duros castigos en la otra vi– da . Veo unos levísimos trabajos, remunerados con los alivios que a porfía me proporcionaba la piedad de los fieles y la extremada caridad de los señores Obispos; veo unos pequeños sudores, compensados con el favor desmedido de los pueblos; veo las inte– riores congojas del ánimo y del espíritu en la suce– sión continua de los que en los pueblos y por los ca-

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