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-513- Iban el Beato Diego, el P. Miguel de Otura y el donado, llevando por delante un mulito cargado con la ropa y los libros . A largas jornadas atravesaron Extremadura, internándose en Portugal y deteniéndo– se en Villaviciosa, Coimbra y Oporto para descan– sar. El viaje en un país completamente desconocido, por medio de sierras y montes, sin provisiones de nin– guna clase, debió ser verdaderamente penoso. Días hubo en que sólo' probaron un pedazo de pan duro y otros que se quedaron sin comer, después de ha– ber caminado seis o siete leguas, ni encontraron don– de hospedarse, aunque siempre la Divina Providen– cia los sacaba de apuros. En una ocasión, entrada ya la noche, dieron con un convento de cierta Religión. Suplicaron humil – demente al religioso que salió a la puerta les hicie– se la caridad de hospedarlos aquella noche; mas con agria repulsa fueron despedidos, y entonces el Beato Diego volvió a suplicar los admitiese, pues ignoraban aquel -país ni donde podrían ser recibidos;, A estas insinuaciones el religioso portero sacó del bolsillo una moneda de plata, hizo la acción de alar– garla al Siervo de Dios, y le dijo: - Tome, Padre, y pase adelante. --Quédese con su dinero, le respondió inmedia- tamente nuestro Apóstol - que nosotros no lo necesi – tamos y sí la Providencia del Señor en quien espe– ramos nos socorra en t-'lnto apuro . A estas palabras contestó el portero, llamándolo hipócrita, engañador y con otros dicterios seme– jantes. Anduvieron como una media legua, y encontra– ron una aldea. El Abad no los quiso recibir, ni que entraran en ella, creyéndolos malhechores; pero un pobrecillo los convidó con su humilde choza y el
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