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-514- Se dilató mi interior inmensamente en los espa– cios de su infinita bondad, y con una intención rec– tísima, dada por el mismo Señor, me determiné, no digo bien, me hallé determinado a emprender este viaje, sin pensar en peligros e incomodidades, sólo en el deseo de llenar la voluntad y los fines del que se digna enviarme. Estos efectos aun permanecen, de modo que, no sólo en la Misa, mas también en las tareas exteriores es casi continuo el ofrecerme a Su Majestad y el darle gracias, porque, siendo yo el que sabe de ingrato, desleal y desatento a sus be– neficios, me hace ahora éste, incomparable e incom– prensible. ¿Quiere usted, Padre mío, una prueba, (que ahora reflexiono) de que Dios me habla por su medio en lo que me manda? Si no padezco equivocación, siempre que se me ha dispuesto algo en orden al rumbo o es– tilo de mi predicación para que lo haya de observar en las Misiones, ha sucedido que ·en la inmediata que la antecede al recibo de esta orden, se me da aquello mismo de rigor o de suavidad que se me manda. Es– to propio ha sucedido en los diez días de ejercicios públicos, que, por vía de rogativas, he dado al pue– blo aquí. La predicación de las nueve tardes y de la mañana del último ha sido extraordinariamente fuer– te, ardiente, penetrante, convincente, instructiva, toda doctrina acomodada a la necesidad del pueblo y del día, y de asuntos que nunca he predicado o muy rara vez algunos de ellos. Ha sido casi sin pre– paración y con la angustia que esto ocasiona, y es en mí tan continua como usted sabe. Me dicen que se ha sacado algún fruto, y entre otros que, oyendo un hombre contar a otro que ha– bía estado en el sermón aquella tarde, de lo que yo había dicho de los pecados de malicia (en que ha es– tado todo el fuerte de esta predicación) y que entre

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