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-50[3 - i 7 9. ., . Milagroso paso del Guadalhorce. -Con tiem– po lluvioso abandonó a Osuna para dirigirse a la Misión de Antequera. El Beato, que debió pasar por Estepa, llegó al río Guadalhorce, ya cerca de Ante– quera, el cual con los temporale~ venía muy crecido. Su compañero, Fr. Carlos de Malta, se afligía mu– cho, porque era ya tarde , amenazaban nuevas llu– vias y el puente estaba a gran distancia. Nuestro B. Diego con gran tranqu ilidad, le animó diciendo: - Dios nos socorrerá en este apuro. A poco de estar implorando el auxilio divino, vie– ron venir dos hombres a caballo, que, llegándose a ellos, les dijeron: - Vaya, Padres, suban ustedes a las ancas, y vamos con buen ánimo al otro lado. Subieron los dos, pasaron el río , y no volvieron más a verlos. Fr. Carlos lo contaba con admiración, después de la muerte del Beato Diego, suponiendo que fueron dos ángeles. (1) Segunda Misión en Antequera. -- Predicó en Antequera, durante diez días, con mucho fruto y con gran trabajo a causa de su enfermedad, lo que le obligó a dejar el ayuno y la abstinencia. «La cabe– za-escribe-está penosa, frecuentes mareos, aun en el acto de la predicación, que parece voy a caer, y las fuerzas no son muchas. No predico más que una vez al día, excepto aque- tano in alma, praeclaraque Universitate Ursaonensi, die 23 februarii anni 1794, in collatione graduurn Magisterii in Philosophia, Doctoratus in Facultatibus Medicinae, Jurisprudentiae, Sacrorurn Canonum et Sanctae Theo– logiae, aequaque condecoratione earurn ornniurn C0nsi– liarii Perpetui et Professoris honoribus - Torno V., pá– gina 423. (1) P. Luis A. de Sevilla, pág. 541 .

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