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-498- tienen con temeridad, ha sido siempre la raíz y el origen de todas las herejías y aun de todos los peca– dos, porque desde el punto que el hombre sacude de sus hombros el suave yugo de la ley y rompe las prec:osas ligaduras de la subordinación y de la de– pendencia, no hay maldad en que no incurra ni error en que no se precipite.» (1) «Dios, la Iglesia, el Estado, el mundo y aun toda la naturaleza-concluye el Beato - gritan y claman contra estos sus declarados enemigos. La espada que ciñes debe a todos vindicarlos. Figúrate que su felicidad está pendiente de tí sólo, y que para ello no hay otra espada, que la tuya, ni otro soldado que tú en la faz de la tierra. ¿Qué harías, si oyeses a Dios, que te pedía vengases en esas gentes sus agravios, a la Santa Iglesia que la protegieses, a la religión que la conservases, a todos los reyes que los defendieses , a los reinos y estados que los sos– tuvieses, a los perseguidos que los amparases, a los vivos que les volvieses su perdida tranquilidad, y a un sinnúmero de sacerdotes, de personas religiosas y de fieles católicos, violentamente muertos en ese desgraciado reino de Francia, que, juntos con su difunto Rey, ponían en tus manos la justa acción de su venganza? Pelearías . sin duda, y te presenta– rías tú solo contra todos ellos, con no menos valor y fe que David, cuando, en la persona del Gigante, hizo frente a todo el ejército de los filisteos. » (2) Nuestro Beato Diego ataca de lleno a libertad revolucionaria que acaba de nacer, a la que califica de intolerable demencia. «El Soldado Católico en guerra de religión» pro- (1) El Soldado Católico. Segunda parte, prg. 9. (~) El Soldado Católico. Segunda parte, pág. 34.

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