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-496- a aquellas gentes, a costa de padecer sin morir y de manifestar con maravillas el poder irresistible de la bondad de Dios, y repito mucho: Ecce ego, Domi– ne, mitte me. ¡Oh si yo lo consiguiese! » (1) A pesar de estos generosos deseos, no era a Fran– cia, donde Dios lo llamaba a combati r a la revolu– ción a fuerza de maravillas, sino a España, a la que no tardaría en correrse y convertir en astillas los al – tares y los tronos . Mas ya que no pudo ir a Francia, no por eso dejó de combatirla, como lo vamos a ver. Guerra de l Ros ellón.- Alarmados los sobera– nos de Europa con el trágico fin de Luis XVI, com– prendieron que peligraban sus tronos y que era pre– ciso acabar con aquel foco de sedición y libertinaje, declarando unos tras otros la guerra a Francia, la cual fué invadida por todos lados . España, que hasta entonces había seguido neutral , se vió envuelta tam– bién en el conflicto, partiendo la declaración de gue– rra de la misma Francia; y un ejército español, a las órdenes del general Ricardos, invadió el suelo fran – cés , penetrando por los Pirineos. España, profundamente monárquica y religiosa, horrorizada con el regicidio cometido, y viendo pro– fanar altares, degollar sacerdotes, violar los monas– terios de religiosas y correr la sangre en las horri – bles escenas del Terror, tomó a pechos aquella cru– zada, y una ola de entusiasmo la sacudió de un ex– tremo a otro. «El Soldado C atólico .»-Entonces e!BeatoDiego escribió «El Soldado Católico en guerra de religión .» En esta obra del Beato Diego, dirigida, en forma de carta, a su sobrino don Antonio Jiménez y Caa– maño, alist ado como voluntario en el regimiento de (1) Cartas de concier.cia, 18 de junio de 1793.
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