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-492- en el desarrollo, cuando de pronto, y sin duda por inspiración del cielo, empezó a hablar del homicidio . Sus sentencias eran tan te rribles y sus amenazas tan grandes, que el auditorio no acertaba a explicar– se lo que sucedía. ¡Precisamente estaban oyéndolo los conjurados! Confundidos y llenos de espanto por su deli to, se buscaron después del sermón, y te– miendo que muchos de los comprometidos pudieran llevar adelante su plan, resolvieron presentarse al Capitán General, revelándole la conspiración, para que no pudiera verificarse la matanza. El Capitán General, Excmo. Sr. Marqués de Valle Hermoso, descubrió después el secreto a un religioso nuestro, aiiadiendo: - Es preciso creer que el cielo nos ha enviado en estas circunstancias al P. Cádiz. El se lamenta de que en esta Misión no ha hecho fruto sn predicación, y en ninguna debe creer que ha hecho tanto. El Es– píritu Santo habló por sus labios aquella tarde ¡Qué males no se hubieran seguido a esta ciudad, si este nuevo Apóstol no hubiese venido a ello! Demos gra– cias a Dios (1) No se limitó aqui el celo del Beato Diego a evi– tar la muerte de los franceses. Más que su horror a los errores y máximas de la revolución francesa, fué su caridad con las ilustres víctimas de ella. Pa– saron la frontera infimdad de sacerdotes y religio– sos franceses. Parecían haberse renovado los prime– ros siglos del cristianismo. Mientras muchos recibían la corona del martirio, otros, no sintiéndose con vo– cación para él, se refugiaron en las ciudades espa- 110\as. El Beato Diego atendió a estos venerables sacerdotes, procurándoles limosnas y estipendios de (1) P. Luis Antonio de Sevilla, púg. 52G.
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