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- 477- verendísi mo P. Tirso González en el siglo pasado, y a mí en tiempo del Emmu. Sr . Delgado. Noté el jú– bilo nada vulgar de éstos y de todos, y creí quería Dios la M:sión. La empecé el día 7, sin faltar la congoja interior y oscuridad; pero notando que en el hecho de predi– car se llenaba mi interior de verdadera devoción, y que hablaba al alma de un modo y eficacia superior a toda la pasada predicación. Veía también al pueblo, que oía con suma devoción y respeto, concurriendo eclesiásticos, religiosos, señores, gente escogida, con una suspensión que no podía yo dejar de notar– la. Todo el espíritu y sustancia de ella fué proponer el espíritu de la vida cristiana, según la doctrina del Santo Evangelio y los ejemplos de Nuestro Señor Jesucristo. Prediqué los asuntos que nunca he predicado, y entre ellos, en el tercer domingo de Cuaresma, (por la tarde supongo)la inteligencia y práctica de aquella sentencia de Ntro. Sr. Jesucristo: Spiritus est Deus,· et eos, qui adorant eum, in spiritu et veritate oportet adorare. Creo no se olvidará jamás este sermón en Sevilla, porque derramó Dios un torrente de misericordia sobre mí para hablar y sobre el pue– blo para oir y entender. ¡Benditas sean sus miseri– cordias! Casi esto mismo sucedió en todos, singular– mente en algún otro o en los más de los nueve que se predicaron . Después dispuso el Sr. Arzobispo ocho días de ejercicios a los eclesiásticos, los que empecé el día 20 y voy continuando con visible asis– tencia de Dios. Et asunto que en ellos he propuesto es el espíri– tu de Ntro. Sr. Jesucristo, como preciso y necesario en nosotros para _todos y para cada uno de nuestros ministerios. Creo habla Dios, porque es notable la 33

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