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-472- tan severamente hermosa, que no hay padre, ni her– mano, ni esposo que no piense en ponerla en las ma– nos de los suyos. El Beato Diego llamaba a España a penitencia, por la reflexión y el convencimiento. No se le quería oír, y Dios iba a escarmentar de una vez a los provocadores. Predicó el Siervo de Dios varios sermones de Cuaresma en Ronda, y siguió enfermo y achacoso. En mayo se retiró a Casares, y entró en ejercicios. «Estos días, desde Ascensión a Espíritu Santo, pensé hacer ejercicios, y en efecto, estoy en ellos desde la antevíspera de aquella festividad. Pero ¿cómo? Todo se reduce a tener cuatro o cinco ratos de oración, y nada más, porque entre tanto sigo mis tareas de es– cribir etc. ; algunos días hago tres disciplinas; los de– más no-paso de las dos que usted me tiene permitidas. La oración la tengo paseándome, porque, si es de otro modo, infaliblemente me duermo. En ella nada se mueve la voluntad, pues hasta hoy, que es el sépti– mo día, no he formado un sólo propósito , porque cuando algo se hace es pedir remedio. Se me hace claramente presente que en toda la masa de criatu– ras, que concebimos en la divina idea antes de nues– tra creación, así de las futuras como de las posibles, soy yo un guijarro o piedra en medio de ella, cono– cido así por la Divina Majestad, al modo que en la masa de barro del alfarero eso sería lo más estorboso y por lo tanto abominable; pero, por justificar su cau - sa y que en el Juicio final se vea su b0ndad, no sólo me conserva, sino que ha hecho lo que ha hecho con– migo, a ver si aun así consigue que me mude, por lo que temo lo de: Cor ejus indurabitur quasi la– pis. (1) El Señor tenga misericordia de mí. (2) (1) Job . 41-15. (2) Cartas de conciencia, 6 de junio de 1791.
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