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-458 - des de aquel tiempo, buscó Vacárcel el apoyo y con– sejo del Beato Diego, tan célebre en la Penín.'iula, a quien, como a él, preocupaba un solo pensamien– to: el de combatir a la impiedad y a la entonces na– ciente revolución moderna . Oigamos al Siervo de Dios: «Molesto a usted tan pronto-escribe-sólo para decirle que D. Vicente Vacárcel, canónigo de la San– ta Iglesia Catedral de Plasencia y autor de la grande obra de los «Desengaños Filosóficos )) , me insta a {!Ue le diga algunas materias sobre que será conve– niente escriba y dé a luz algunos discu rsos en la con– tinuación de su obra, creído en que con el ejercicio de las Misiones habré conocido los males del pueblo cristiano en orden al confuso laberinto del libre mo– do de pensar y de opinar en el presente siglo. Usted sabe bien mi suma ignorancia y que ni aun de esto puedo dar noticia , y así lo pongo en su considera– ción para que lo reflexione, y me diga los asuntos sobre que será importante trabaje este sabio y celo– so ministro del Señor y defensor de la verdad. Yo he pensado proponerle estos: l. º Sobre la necesidad de todo racional de vivir, según el fin para que fué criado , ocupándose para ello en actos sobrenatura– les, según aquello: Deum time et mandata ejus custodi: hoc est enim omnis hamo: que muchos hombres sabios, me consta, enseñan en sus cátedras, explicando en la filosofía la definición del hombre; y que en este discurso se contrajese a rebatir la infer– nal máxima, que se ha hecho demasiadamente vulgar en muchos de la tropa , y en otros, que se aficionan a doctrinas extranjeras, de que todo hombre debe vivir a su libertad y no pensar en otra cosa hasta los cua– renta años. 2. º Sobre la inseparable conexión de la piedad con la rac ionalidad del hombre, para que sus pensamientos, escritos y operaciones sean conformes

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