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-445- cordia que merezco; pero es grande el caimiento del ánimo al notar una cierta dificultad, que aparece in– superable, para mi reforma práctica de virtudes y para cuanto dice orden a mi aprovechamiento. Este parece haberse confirmado desde ayer por la siesta, en la que, dormido, me dió Su Majestad 'una viva aprehensión de la eternidad y de alguna parte de los sentimientos que tendría mi pobre alma en el instante de la muerte, si muriese mal: del mis– mo modo que se me propuso los tit,nen los infelices que se pierden para siempre. Me parece no duraría un minuto este sueño o lo que fué. El me despertó fatigado, me dejó ense– ñado para mirar con horror las tentaciones o sus propuestas; mirar como suaves las mortificaciones; recibir con resignación y gusto las amarguras que Dios enviase, y lo mucho que se debe hacer y pade– cer para evitar aquella fatalidad . ¿QLtién creyera, Padre mío, que este aviso no mudaría mi corazón? Pues no ha sido así. Esta verdad tan terrible no ha sido bastante para que tenga más fervor en la ora– ción, ni aun para hacerme excusar el sueño que en ella me molesta o persigue. ¿Qué más? Ni aun para traerme entre día más recogido en mi interior. De modo que yo quiero sospechar si estoy en el infeliz estado que se expresa en aquellas palab ras (Prover– bios 23-35) de aquel dormido de quien se verificaron: Verberaverunt me, sed non dolui: traxerunt ·me et ego non sensi. Lo temo, y con razón, porque así lo merece quien, habiendo cuidado algo del bien ajeno, se olvida del propio . » (1) Mientras todo esto ocurría, la Orden C:rpuchina le agració con los honores de Ex-Provi11ci,d de título, (1) Cartas ·de conciencia, 6 de octu bre de 1788. 31

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