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- --14--1- vuefvo a la celda a continuar mi t area de escribir, que es interminable por las muchas cartas, y leer o estudiar en algún Santo Padre o punto de Teología Dogmática o de Moral, alternando en los días de la semana. Después de comer, me voy a la Iglesia a visi tar los altares que t engo de costumbre , y estarme allí como media hora, y a las doce y media me voy a re– coge r hasta las dos que voy a Vísperas, vuelvo a mi estudio o a escr ibi r , voy a Completas y la oración y sigo los actos de Comunidad y est arme en la Iglesia hasta las diez y media que me recojo a dormir, pues por no haber llovido no me atrevo a estudiar de no– che . Esta distribución, que, con accidental diferen– cia, me es común dentro y fuera del convento, ex– cepto en las Misiones, suele variar alguna cosa , aun aquí, según lo que ocu rre; pero la apunto, por si hall a usted algo que corregir me lo diga . Mi cui – dado es, aú n estando fuera del convento, no tener un rato ocioso; pero ahora con rnús razón, porque he creído que este tiempo me lo concede para mí la misericordi a de Dios. Estoy sumamente gustoso en mi interior con esta total abstracción, en términos que se dilata mi espí– ritu cuando entro en la celda, después de haber es– tado algún rato fuera de ella, y, lejos de cansarme este recogimiento, me si rve de diversión y desaho– go. Y aunque es verdad que aun en los demás ti em– pos procuro en lo posible hacer otro tanto, hay la diferenci a de no lograrlo como ahora . La oración y demás ejercicios es corno siempre: seca, desa brida y amarga; las tentaciones contra la pureza fuertes, fre– cuentes y fatigosas. Las de desconfianza de mi reme– dio apuntan o se presentan con alguna repetición; a todas ocurro con clamar a Di os me mire con la miseri-

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