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-443- Pasada la fiesta del Dulce Nombre de María, sa– lió el Beato Diego para el convento de Casares , que distaba de Ronda unas cuantas leguas . Encon tró a este convento en la mayor pobreza; no tenia biblio– teca adecuada para un hombre corno él, abrumado por gravísirnas consultas, y la misma Ig le~ia estaba que inspiraba lástima. A él ll egó nuestro Beato para recuperar en su soledad las perdidas fuerzas y en– tregarse a la contemplación. Mas corno nuestro Bea– to era tan abstraído de las criaturas y llevaba la so– ledad en el corazón, no le costó la menor violericia y se impuso un nuevo método de vida, del cual ha ce la siguiente descripción a su Director: «Me levanto -escribe-a las cuatro o poco antes, que es mi cos– tumbre, me voy al coro y en él permanezco hasta las cinco y media, que, dichas las Letanías de los S an – tos con la Comunidad , bajo a deci r Misa, corno hora más proporcionada para no impedir a la Comunidad. Concluida, me vuelvo al coro a Prima y Tercia, si – go un breve rato para dar gracias, torno el desayu– no, que me da por caridad el Prelado, de un poz uelo de chocolate, y me vengo a la celda a leer dos o tres capítulos de la Santa Escritura, y escribir alguna carta, hasta las ocho que volvemos al coro a la Sex– ta y Nona y la Misa Conventual. Acabado todo , me y los de Quesnell, limitóse la potestad del Sumo Pontí– fice, se proscribió el culto del S. Corazón, y, llevando a la práctica los acuerdos del conciliábulo, asaltaron los sectarios las Iglesias, derribaron altares, destroza– ron las imágenes de los santos, y escandalizaron al mundo católico. La prensa de entonces, vendida a la impiedad, dió todo e} bombo posible a esta:; sacrílegas locuras; pero S. S . Pío VI condenó al Sínodo en la Bu– la Auctorem fidei, y el pueblo acabó por asaltar el pa– lacio del Obispo hereje y obligarle a huir á Florencia. Historia de la Iglesia por el C. Hergenrüther. -Tomo V. pág. 76S

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