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-441- y debo asegurar a usted que, antes de leerla, oía en mi interior la voz de mi corazón o deseo de acertar, que me decía: Yo pondré la resolución de lo que esto fuese al arbitrio del que Dios me ha dado por Padre 1¡ Director, !J quedaré segurisi– mo del acierto. Vine, pues, de la Iglesia, y puesto de rodillas para oir la voz de Dios, que ciertamente me habla por usted, leí su carta en los términos que si oyese materialmente la divina voz. No puedo negar que ella penetró hasta lo más profundo de mi alma, conmoviendo todo mi interior, hasta ocasionarme un temor universal, pero intenso y sosegado, en todo mi cuerpo de pies a cabeza. Me hizo ver era este t1n nt1evo singularísimo beneficio qt1e no merecía, qt1e era efecto de las mt1chas oraciones qt1e había pedido a diversas almas jt1stas por sola esta ne– cesidad y de las .Misas y repetidas stíplicas que había dirigido a St1 Majestad por su remedio, y qt1e, pt1dien– do ser el último, debía apreciarlo y responder a él, co– mo si lo fuese . No debo tampoco oct1ltar a usted los efectos qt1e causó en mí de rendimiento, deseos de llenar el qt1erer de Dios, horror y dolor de mi mise– ria, conocimiento de ella y lo demás que usted pt1e– de conocer, hecho cargo de qt1ien soy. Es cierto qt1e la carne hizo y hace st1 oficio de sentir repugnancia; pero, a Dios gracias, si el amor propio no me enga– iia, me parece qt1e tira más el deseo de mi remedio y el de Ctlmplir la voluntad de Dios, qt1e, sin duda algm1a, creo ver en la que usted me manifiesta. » (!} No se pt1do ir a Casares tan pronto como pensa– ba. Los médicos no se lo permitieron; el Vicario de Ronda sacó orden del P. Provincial para que se de– tuviera; cayeron enfermos varios de la familia don- (1) Cartas de conciencia, 27 de mayo de 178S.
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