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-438- Ión y de Normante; pero un documento llegarlo pro– videncialmente a nuestras manos resuelve, a nuestro juicio, la cuesti ón, probándonos que este r eti ro se inspiró en el deseo de conservar la vida del gran Apóstol. (1) ( !) Buscando datos para nuestro trabajo: «Histo– ria de los Capuchinos en el Obispado de Cádiz)), pre– sentado al Certamen de las Fiestas Cen tenarias en di– cha ciudad, encontramos la carta siguiente: «Excmo . Sr. Arzobispo de Sevilla Sr. Excmo.: E l Padre Fr. Diego José de Cádiz, mi aisting;uido discípulo, me ha remitido el título de Exami– nad or Sinoda l de ese Arzobi" pudo, con que la bondad suma de V. E . se digna honrar mi peque1iez . Como si no hubiera sido bastante la demostración de la gran de– voción de V. r: . a nuestro santo hábito en las honras hechas a él en la persona del dicho mi discípulo, se ex– tiende todavía la benignidad de V. E. a honrar a nues– tro santo hábito en mí, que nada merezco . Doy a V. E. las más humildes gracias po r esta su bondad para con el Lector y el Discípulo, y espero que Di os Nuestro S eñor, por inte rcesi ón de N. S. P . S. Francisco, dará a V. E. 111 condigna retribución, con quien nunca puede proporci ona rse mi recon ocida y obligada gratitud. Esta misma bondad de V. E. que con tanta amplitud se explica a favor de nuestro santo hábito, po r la de– voción y amor al Padre Fr. Diego J osé de Cádiz, me da confianza de lograr el efecto de la súplica siguiente: El P. Fr. Diego me participa las predicaciones que tie– ne en Morón , Utrera y Sevilla hasta concluir la Cua– resma. En mi dictamen es suma carga, capaz de traer– lt! la última destrucción. El P. Fr . Diego es en el día realmente enfermo habitual; no ptu::de tanto como podía, y aun por eso puede tan poco, porque ha podidr} tanto. V. E. conoce la obligación en que me hallo de conse r– var la vida útil a la Igl esia de este Religioso; por tanto, conociendo que la mano de V. E. está más llena de ca– ridad que cuanta yo pueda tener, suplico humildemente a V. E. que ella misma sea la que alivie el peso a cticho Padre, y, yéndole a la mano en su apostólico fervor, le tase el tra bajo con proporción, no a las fuerzas de su espíritu, sino a las cortas de su cuerpo. San Jw.m Evan– gelista trabajó, predicó y escribió con el fervor carac-
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