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-20- años , con algunos intervalos, en los que, su~pendiendo mi relaj ación, no resolvía jamás arreglarme a la santi– dad de vida, que siempre conocía como fin de mi vo– cación, bien que no se apagaba mi deseo de ella, el que entretenía con los plazos que simpl emente me señal aba. Pusiéronme a los estudios en Ecija, y el tiempo de la Filosofü: lo malgasté en aprender o es– tudiar la poesía castellana, contentándome con sólo cumplir con lo preciso en la clase, no obstante ad– vertir disipada no poco la suma rud eza que era en mí como nativa. Pasáronme a Cádiz para la Teología , y estaría como un año siguiendo aquella vida desidiosa y mala, que llevo di cho. Entramos en el tratado de Deo et ejus attribu– fis, (E-ran dogmas los que se nos leyeron) y de pron– to una mañana en el aul a sentí una notable devoción interior , con un grande afecto a ver aquellas cosas tan altas en el mismo Señor con los Bienaventurados; noté un conocimiento no vulgar de la necesidad de dejarlo todo para consegu ir esto, y que me daban la resolución para t 0do ello; advertí me deten ía mucho la inclinaciónaf ectuosa en una o dos criatnras, a quienes amaba y trataba con las puerilidades de estudiante; clamé a Dios me quitase estos estorbos, y ví con asombro mío desvanecido mi temor o cobar– día , porque me quitaron el afecto a tales criaturas. Ce,;ó desde entonces toda ofensa ami Dios, y traté de pensar seriamente en mudar de vida. Por es!e tiem– po me sacaron dispensa para ordenarme de sacerdo– te, y, orden ado, me preparé cuanto pude para la pri– mera Misa, con una confesión general, que creí bien hecha ; traté desde entonces de oración mental, para la que, además de las dos horas de Comunidad, des– tinaba una hora, a lo menos, a la noche, sin lo que me detenía en las gracias y en algunos otros pocos ejer– cicios vocales. Busqué~, y usaba un poco de '; i ·i L. ~ Q)
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