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- 424 - cir, con tal gracia, que no declina en el extremo de áspero. La alegoría le es tan natural, que, aunque la siga largo rato, no enfada. En el sentido literal apu– ra cuanto puede discurrir el mayor talento, después de muy largas y prolijas reflexiones . En el moral es maravilloso: descubre con la mayor viveza las palabras, de donde deduce la reforma y enmienda de las costumbres. Cuando se vale.del acomodaticio, lo hace con tal primor, que la misma sublimidad de sus pensamientos manifiesta la majestad con que lo trata y la humildad con que se produce. Siempre prefiere en sus pruebas el Testamento Nuevo al Viejo; aun de este último escoge los textos más ad– mirables y de ellos saca unas sentencias exquisitas. Sus frases son las mismas de la Divina Escritura. Huye de toda novedad y violencia en las expresio– nes. Explica con tanta claridad la doctrin& de la San– ta Iglesia, que el pueblo, en lo mismo que ya había oído, encuentra unos arcanos que no había penetrado. En los lugares arduos, misteriosos y difíciles usa de tanta humildad al expresar su sentir, que en un me parece derrama pensamientos los más conformes a la tradición, a los Concilios, a los decretos de la Santa Iglesia y a los dichos de los Santos Padres, especialmente en los puntos que tienen alguna con– nexión con la controversia. En esta jamás decide, y, con un primor muy delicado, usa de fórmulas, que sin herir algunas de las opiniones, siempre hace bri– llar los sentimientos de los Concilios y las decisio– nes del Vaticano. Cuando cita los Santos Padres y usa de sus expresiones, lo hace con una veneración que edifica, y con una delicadeza que descubre el fondo de su talento y las sabias reglas que ha tenido presentes al tiempo de su elección. Jamás alega opiniones sin– gulares o que tengan visos de extrañas. Entresaca
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