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-419- pueblo de S . Felipe, en el que predicó hora y media a todo el pueblo congregado en la plaza. De aquí pasó a Albaida, donde estaba el Ilmo. Sr. Obispo de Orihuela y predicó tres sermones, y de allí a Jijona. En todo este camino le seguían los pueblos enteros, arrodillándose al paso las gentes para recibir la ben– dición. ¡Tal era el concepto que tenían de su santi– dad! El 17 de marzo llegó a Alicante. Ya se le había incorporado, restablecido de su enfermedad, su com– pañero el P . Otura. En Alicante se alojaron en las Casas Consistoriales, y predicó el Beato diez ser– mones . El Cabildo de la Colegiata lo hizo su Canó– nigo, con la mayor pompa y solemnidad, asistiendo a este acto el Corregidor, nobleza, el pueblo y la tropa. P redicó el penúltimo día del perdón de enemi– gos, con lo que se reconciliaron varios caballeros distinguidos, edificando a la ciudad. El Beato Diego pasó con ellos a sus casas, poniendo en paz a sus familias. A una mujer tullida, le dijo un Evangelio, y echó a andar, y con las cedulitas y crucesitas que daba sanaron también muchos enfermos. Así lo afir– maron sus mismos compañeros de Misión. (1) Concluída en Alicante la Misión, salió para El– che. La debilidad, el cansancio y su poca salud iban cada día en aumento, y en Elche le repitió el ataque, como en Zaragoza y Alcañiz. «Ahora tengo tal la cabeza-escribe-que no puedo acordarme si le he avisado a usted, ya que en la breve Misión que hice en la villa de Elche, de este Obispado, me repitió tercera vez el accidente de Zaragoza y Alcañiz, de modo que me precisó (1) Cardenal Vives, pág. 159.

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