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-417- perdí el primer sermón, y, confesando la verdad, miré la venida del Misionero con bastante indiferen– cia; pero, desde que le oí el segunao sermón, ya no he perdido ninguno ni los perderé los que predique en esta ciudad, y, si me fuese posible, le seguiría siempre para oirle cuantos predicase . Este mismo testimonio dan otros sujetos literatos, que se reían de la ansia de las gentes en ir a oirle , e instados por sujetos que le habían oido, fueron por curiosidad una vez, con ánimo de no volver, pero sucedió al con– trario , que desde entonces han acudido y muy tem– prano. Ayer fué el último sermón que predicó en la Catedral y hoy empieza su Misión en Santo Do– mingo. Para ir al púlpito le han de acompañar seis gra– naderos, pues le sofocaba la gente que se abalan– zaba a besarle el hábito y cortarle algún pedazo. Si sale de casa, va muy bien acompañado por el mismo motivo. En todas las puertas de la Iglesia hay guar– dia de infantería y en la plaza de la Catedral pique– tes de caballería; pero cuando la Iglesia está llena, como quedan muchos más que quieren entrar, no es posible contenerles, y varias veces han atropellado con los soldados puestos en fila a la puerta de la Iglesia para impedirles la entrada. Verdad es que la tropa tiene orden de no maltratar a nadie: sería nun– ca acabar si hubiese de referir por menudo las par– ticularidades que han ocurrido. Vienen a oirle de nueve y más leguas, y en mi concepto pueden darlo por bien empleado , porque no he visto orador, ni más completo, ni a quien Dios dé más eficacia. » (1) El 13 de marzo salió de Valencia, pasando por el (1) Cardenal Vives, pág. 158.

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